El que por el contrario enseña que la salvación (cuando verdadera) se puede perder, está negando implícitamente la elección de Dios, y por tanto está haciendo de Dios un ser falible, que se equivoca, que no tiene el poder suficiente para que se haga Su voluntad. Evidentemente, y en este punto, esto es un planteamiento, ya no herético, sino blasfemo.
“…Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad…Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Filipenses 2: 14; Romanos 11: 29)
Por otro lado, los que pelean contra las doctrinas de la gracia, tienen un especial horror a que se predique y se enseñe que la salvación no se puede llegar perder, y esto es así por varios motivos, uno de ellos es por un mal entendimiento de lo que significa la santificación, llegando a creer que salvación y santificación son una misma cosa, en vez de la verdad, cual es que la santificación es consecuencia de la salvación. Por tanto vienen a enseñar que la salvación es un asunto del esfuerzo humano, lo que la Biblia denomina: obras, contradiciendo la misma revelación que asegura que la salvación no es por obras, para que nadie se gloríe (Ef. 2: 9)
No obstante, la Palabra de Dios asegura que la salvación, al ser un asunto estrictamente de lo Alto (elección de Dios) contempla la imposibilidad de la pérdida de la misma. Dicho de otro modo, la elección y la imposibilidad de la pérdida de la salvación van de la mano. Nuestra salvación es eterna, y siéndolo, ¿quién puede atentar contra la eternidad? [Descargar]
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